Carlota Bernal
Un café con aroma de terapia
El hospital Universitario San Juan de Dios es una reliquia arquitectónica fundada en 1723 en Bogotá, en sus casi 300 años es uno de los símbolos más importantes de la historia de la medicina en Colombia y es referencia en salud pública e investigación científica médica. Miles de estudiantes han pasado por sus aulas, la mayoría en calidad de prácticas médicas; fue allí donde se realizó un encuentro por casualidad entre dos estudiantes: Carlota Bernal y Álvaro Meneses, la primera practicante de terapia ocupacional y, el segundo, en su práctica de especialización en medicina física y rehabilitación, también conocida como fisioterapia. Como en muchas de nuestras instituciones educativas la austeridad y falta de recursos es un común denominador, es así, que durante las prácticas de estos estudiantes, la cafetería no funcionaba, por lo que cada clase utilizaba su creatividad y solidaridad para disponer de un tinto. El aula de Carlota, que estaba compuesta por mujeres en un 100%, tenía una cafetera, la cafetera de terapia ocupacional, donde los colegas que querían tomar su tinto, sólo tenían que llevar un pocillo y de vez en cuando aportar algo de dinero a la “vaca” para comprar café. La cafetera estaba ubicada en una de las mesas de diseño donde Carlota estaba concentrada realizando el diseño de una férula. Un estudiante de especialización, que según ellos dicen, ya son de un nivel superior, pidió entrar para que le regalaran un café; “claro, por supuesto”, respondió Carlota como si fuera la jefe de recepción entre sus treinta compañeras, y continuó, “¿trajo su pocillo?”; no entiendo, respondió el compañero, “¿hay que traer pocillo?, no lo sabía, lo siento, mi nombre es Álvaro Meneses, me gustaría saber, ¿cómo consigo un pocillo?”. Entonces Carlota le prestó su pocillo, algo tan personal, conversaron durante cinco minutos y podríamos decir, que fue el primer sorbo de amor, la primera casualidad que tuvo significado para ambos, y que ha generado sincronicidades por más de 25 años. Entiendo que en medicina se realizan los “casos clínicos”, sesiones donde un paciente es evaluado y sometido a planes de tratamiento de varias especialidades, el médico tratante, enfermeras, terapeutas, nutricionistas, etc., y fue ahí donde por coincidencia empezaron a encontrarse, en todos los casos clínicos de lo cientos que había a diario. Alguna fuerza asombrosa los volvía a reunir para fortalecer juntos sus prácticas médicas; con ese ritmo, se alinearon los pensamientos, las intenciones, los deseos y comenzaron las coincidencias significativas; a los 10 meses, un 7 de enero de 1995 ya se estaban casando y tenían un bebé a bordo. La cadena de acontecimientos significativos inició con una situación frustrante por parte de una de las compañeras de Carlota. Su amiga, Sandra Riveros, perdió el semestre y tuvo que retirar su práctica en el San Juan de Dios, a lo que su colega en medio de la tristeza por su amiga, se solidarizó, pero también vislumbró la situación como una oportunidad; así es que renunció al Hospital de la Misericordia donde ya estaba inscrita para sus prácticas y, con gran insistencia, tomó el cupo de su amiga Sandra, pues su anhelo era realizar las prácticas en el Hospital San Juan de Dios. Así es la vida, la desgracia de alguien, puede representar una oportunidad para otros, por eso no puedes cerrar la puerta, hay una inteligencia superior que te desafía y, si la ignoras, te perderás de algo sorprendente, inesperado que nunca imaginaste como conseguir tu media naranja. Carlota, lo expresa con mucha autenticidad, “cuando uno cree que tiene todo planeado, aparecen situaciones como la que alguien te pide un pocillo, creo que es el destino que se ensaña para que uno esté ahí en el momento y la hora oportuna, para que pase algo extraordinario; pues de alguna manera, Álvaro no se ajustaba al prototipo de hombre que había soñado, quería alguien parecido a mí”, y reflexiona, “me encantaban los hombres morenos, rumberos, frescos, relajados, y la vida me entregó alguien diferente y con otras cualidades que me transformaron”. Hoy, con 26 años de casados y tres hijos, sólo puedo pensar que estas cosas no tienen una explicación lógica, pero los tiempos de Dios son perfectos y saber comprender las señales del destino que nos generan este tipo de coincidencias, es maravilloso.
fragmento del libro Coincidencias significativas de Jaime Morales Russi.