Erika Gelvez
Mi padre dejó la tierra, nosotros la transformamos
Es admirable ver, cómo un pedazo de tierra o de roca sedimentada con diferentes agregados minerales, al mezclarlos con agua, forman un poderoso material natural para elaborar piezas, figuras en cerámicas y, con otro proceso en caliente, hasta los ladrillos que sostienen nuestras viviendas. La primera vez que Erika Gelvez me comentó sobre el tema me pareció cautivamente, tanto así, que un viernes después de un consejo de administración del edificio donde vivíamos y del cual hacíamos parte, decidimos tener una tertulia para conocer más sobre el tema. Elegimos un mercado regional a cien metros de nuestra residencia, donde departimos un buen vino, una tabla de quesos y hasta un tabaco cubano, para conocer la magia de la cerámica en la región de Cúcuta en Norte de Santander. Nos acompañaron, Jhongo, su esposo, Mery, mi esposa y Erik Rengifo, nuestro vecino y arquitecto, un viernes 29 de septiembre del 2018, y allí iniciamos una red de coincidencias significativas, muy importantes para nuestras vidas. Ya había escuchado hablar de su familia, muy tradicional en el Norte de Santander, fundadores del hotel más emblemático de la ciudad, una ladrillera y una arrocera creada por su padre don Teodulo Gelvez, un visionario quien junto con su esposa María Dolores Gelvez y sus pequeños hijos en la época, levantaron con mucho sacrificio, esfuerzo y generosidad, una organización para ayudar y generar empleo en la región. Solo pasaron algo más de 10 años y el infortunio tocó las puertas de la familia. El 30 de abril de 1987, el padre y fundador, don Teodulo, murió en un cruce de disparos entre el ejército y la guerrilla en un intento de secuestro, acontecimiento mortal e inesperado que obligó a sus hijos, José Teodulo y Javier, que apenas superaban los 20 años, a asumir las riendas de los negocios. Por su parte, Erika, con 10 años, junto con su madre sacaron fuerzas de lo más profundo de su corazón para dar ánimo y seguir el legado de su padre, un hombre piadoso desde su mismo nombre, pues “Teodulo” viene del griego Thedoulos, que significa “esclavo de Dios”, muy propio de su grandeza de espíritu. Deepak Chopra, en su obra Jamás moriremos, afirma de forma contundente, que la muerte no es ningún final, sino una simple, y tal vez gozosa transformación; para algunos es muy complejo de entender, pues en el universo existen fuerzas poderosas difíciles de descifrar, y la muerte es una de ellas; solo nos queda intentar comprender los designios de Dios y atender sus señales con resignación y fuerza para seguir adelante. Pasaron solo once meses y, un 17 de marzo de 1988, en un accidente aéreo, murió trágicamente José Teodulo, el hijo mayor, con una coincidencia sorprendente, pues también iba a viajar con Javier su otro hermano, quien por algún motivo se arrepintió. Todavía no comprende el motivo por el cual se quedó de ese avión fatídico de Avianca, tal vez algo en su intuición le dijo que su destino era por otro camino; así, a los 20 años, aceptó la responsabilidad de liderar a su familia y sus empresas, codearse con los adultos y dar un salto en su madurez para controlar la nueva realidad que le dio la vida Erika, se emociona cuando habla de la gratitud y admiración que le inspira su hermano Javier. “Él era prácticamente un adolescente”, dice: “A la muerte de mi padre, hizo un doctorado forzado en gerencia, se volvió metódico, consagrado, visionario, estricto en el día a día y, con su juventud, logró mantener el legado, al mejor estilo de mi padre, trabajador incansable. “Nunca conocí vacaciones sin trabajo”, comentó Javier en una entrevista, solo para reflejar la vocación que despertó don Teodulo en sus hijos. A esta red de eventos, casualmente tristes, la madre, sus hijos y sus nietos, le dieron un significado muy especial, construir lo que su padre siempre soñó, un impulso que permitió generar las sincronicidades para tener una organización empresarial y familiar sólida, con prestigio a nivel nacional, donde la tercera generación ya está comprometida en mantener los valores de sus abuelos. “El amor por el trabajo y por Cúcuta nos mantiene, tenemos empleados de 50 años en la empresa. Hemos logrado un crecimiento con buenas bases, que nos ha permitido permanecer en el tiempo, pero el amor que sembró mi papá con su buena visión empresarial, ha sido fundamental”, reconoce Javier Gelvez Gelvez, presidente de la junta directiva, en una entrevista. Las coincidencias nacen en momentos cuando estamos menos preparados, quién iba imaginar que terminar una reunión del consejo de administración de un edificio, nos llevaría a conocer personas tan interesantes, pero, sobre todo, ayudar a construir sus sueños. Erika, comentó que “el sueño de su padre era hacer algo diferente”; así que, con Erik Rengifo, empezamos a idear lo que se podía hacer diferente en el mundo de la arcilla, y en esas horas de bohemia y creatividad, nació la semilla que incubó ARC Bowara, que significa ‘montaña’ en dialecto motilón (barí), lo que, para una diseñadora industrial, graduada en Europa, despertó una pasión especial. Ella, tenía casi todo en su interior, solo necesitaba la llave para expresarlo, “soy innovadora, me gusta transformar la arcilla en arte, en diseños modernos, mi padre nos dejó la tierra y nosotros la transformamos”, asegura la empresaria. “Mi padre debe estar feliz, pues ahora, además de ser una gran ladrillera, diseñamos y transformamos los sueños en ambientes exclusivos y piezas arquitectónicas de forma artesanal, que generan emociones y sensaciones al cliente”.
Una noche inolvidable, que dio inicio a otra empresa de la familia. Me siento muy feliz de haber aportado mi grano de arena, pero lo más importante, es que Erika lo convirtió en un proyecto de familia, con John Góngora, otra gran coincidencia de su vida, como gran protagonista; y, sus jóvenes hijos, Esteban, Federico y Javiercito de cinco años. Ella pensó en transformar arcilla y, por consiguiente, vidas, impactar a la comunidad de artesanos, y dejar una huella en el patrimonio cultural nortesantandereano, pues otro significado especial que adquirió esta coincidencia, es la de convertir a los artesanos de la arcilla en un patrimonio cultural de la Unesco. Marie-Louise Von Franz dice: “Nos encontramos con aquellos a quienes pertenecemos en el mundo del ser”. Hay sincronicidad en la forma como inevitablemente encontramos exactamente a las personas que nos ayudan a revelarnos a nosotros mismos; solo hay que estar atentos a las pistas que nos da la vida, para entender, que, si nos está ocurriendo esto, es porque tiene un sentido transcendente, y debe ser un importante ingrediente para nuestro destino. No pierdas la oportunidad, en tus vecinos pueden existir las respuestas que buscas para tu vida y, construir coincidencias significativas no solo para ti, sino también para tu familia.